jueves, 7 de noviembre de 2013

La calle, barullo metamorfoseado en coches, trenes, taxis y autobuses. Un despertador, un reloj marca tus movimientos: prisas, atascos y semáforos. Gente que pasa a diario, pequeños intervalos de minutos y segundos, mentes apresuradas y pasos aún más rápidos.

Pero entre todo ese barullo hay pequeñas personas que deciden girar a un compás más lento, disfrutar de cada segundo y hacer vibrar las emociones de todo aquel que observe. Me refiero a las personas llenas de arte que hay en cada rincón... Sí, ese cantautor que tiene por vida su guitarra, la bailaora que hace temblar el suelo, aquel que con cuatro colores da vida a sus pinceles, ese poeta bohemio con aires de Neruda o el acróbata que vive en el aire.

No es difícil encontrarlos, no están escondidos, tan sólo se trata de parar los cronometrados pies y mirar alrededor. Son capaces de todo, acrecentar la alegría de un instante, exaltar el placer de cada movimiento, sacar una sonrisa deslumbrante, acompañar el mejor pensamiento, extasiar todos los sentidos existentes...

No buscan fama, tampoco dinero, ni ningún reconocimiento, ni siquiera aplausos. Sólo los ojos que se crucen con sus miradas, la ilusión de una sonrisa, la alegría de sentir el calor de las personas. Son vividores de sueños, regalan su arte, pequeñas sensaciones son las que guían sus vidas. Detén tus pies y observa.


Amaia Sáenz

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