La calle, barullo metamorfoseado en
coches, trenes, taxis y autobuses. Un despertador, un reloj marca tus
movimientos: prisas, atascos y semáforos. Gente que pasa a diario, pequeños
intervalos de minutos y segundos, mentes apresuradas y pasos aún más rápidos.
Pero entre todo
ese barullo hay pequeñas personas que deciden girar a un compás más lento,
disfrutar de cada segundo y hacer vibrar las emociones de todo aquel que
observe. Me refiero a las personas llenas de arte que hay en cada rincón... Sí,
ese cantautor que tiene por vida su guitarra, la bailaora que hace temblar el
suelo, aquel que con cuatro colores da vida a sus pinceles, ese poeta bohemio
con aires de Neruda o el acróbata que vive en el aire.
No es difícil
encontrarlos, no están escondidos, tan sólo se trata de parar los cronometrados
pies y mirar alrededor. Son capaces de todo, acrecentar la alegría de un
instante, exaltar el placer de cada movimiento, sacar una sonrisa deslumbrante,
acompañar el mejor pensamiento, extasiar todos los sentidos existentes...
No buscan fama,
tampoco dinero, ni ningún reconocimiento, ni siquiera aplausos. Sólo los ojos
que se crucen con sus miradas, la ilusión de una sonrisa, la alegría de sentir
el calor de las personas. Son vividores de sueños, regalan su arte, pequeñas
sensaciones son las que guían sus vidas. Detén tus pies y observa.
Amaia Sáenz
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